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En este artículo se demuestra que el ser humano es un ser práxico, es decir, un animal que se presenta a sí mismo como una tarea (una compensación) en tanto que ser inacabado tanto desde el punto de vista biológico como desde el punto de vista etológico, a diferencia de todas las otras especies. El hombre es igualmente un ser noético ya que no puede vivir sin reflexionar y consume más símbolos que cosas.

Desde el punto de vista morfológico, se sabe que el hombre es un animal sin ningún tipo de especialización y, en consecuencia, un ser cargado de primitivismo. Su no especialización no es solamente de carácter orgánico, concierne también al entorno en el que habita. El hecho que le falte adaptación orgánica con relación a él mismo y su entorno hacen del hombre un ser abierto al mundo. Esta apertura se expresa en el lenguaje a través de la facultad de juicio.

En el hombre, el pensamiento se constituye como juicio comunicativo consigo mismo y con los demás en donde el reconocimiento o no de lo que es dicho, permite o no la realización de la acción conjunta de lo que es pensado. El juicio se cierra como juicio de reconocimiento social (ya que el hombre sólo puede transformarse en sociedad), en el cual locutores y auditores juzgan cada vez su realidad como siendo verdadera y real, en la medida en que han debido, precisamente, pensarla como verdadera para poderla juzgar.

González, W. (2011). Etología filosófica: El Hommo Compensator y su destino. Praxis Filosófica, (32), 231–247. https://doi.org/10.25100/pfilosofica.v0i32.3445