EL CONOCIMIENTO SUSTANCIAL QUE EL ALMA TIENE DE SÍ MISMA:
UNA INTERPRETACIÓN DE LA POSICIÓN AGUSTINIANA EN EL DE TRINITATE
The Substantial Knowledge The Soul Has Of Itself:
An Interpretation From The Augustinian Stand In The De Trinitate
Bernardita Navarro Cruz*
Instituto de Filosofía
Universidad de los Andes de Chile
*Profesora asistente del seminario "Corporeidad, subjetividad y trascendencia" de la Universidad de los Andes, Chile. Estudiante de tercer semestre del programa Doctorado en Filosofía de la misma universidad. En el 2007 participó como ayudante en el Proyecto f.a.i. de la Universidad de los Andes, Chile, titulado: "El concepto estudiado desde la idealidad en Tomás de Aquino, E. Husserl y H. Gadamer", bajo la dirección de la profesora Patricia Moya.
Dirección Electrónica: bnavarro@miuandes.cl
Recibido: julio 6 de 2012 aprobado: febrero 1 de 2013
RESUMEN:
A partir del libro IX del De Trinitate, Agustín reflexiona sobre el modo de conocerse el alma a sí misma y plantea que no puede el alma anhelar conocerse si no se conoce ya de algún modo, porque "nadie ama lo desconocido". En este contexto hay un pasaje en el que Agustín describe explícitamente el conocimiento que el alma tiene de sí como sustancial, comparando su modo de existir en el alma con el modo de existir el alma misma. Luego de exponer qué puede significar el término sustancial en el De Trinitate, y cómo es posible que el alma se busque si ya se conoce, mostraremos que se puede afirmar que el alma tiene un conocimiento sustancial de sí, a pesar de la ambigüedad -en algunos casos terminológica y en otros, de sentido- de los textos.
Palabras clave: nosse, cogitare, identidad, esencial, conocimiento presencial.
ABSTRACT:
From the book IX of the De Trinitate, Augustine reflects about the way the soul knows itself and establishes that the soul cannot yearn to know itself if it does not already knows itself in some way, because "nobody loves the unknown". In this context, there is a passage where Augustine describes explicitly the knowledge that the soul has of itself as substantial, by comparing the way it exists in the soul with the way the very soul exists. By explaining first what the term substantial may mean in the De Trinitate, and then figuring out how is it possible for the soul to look for itself if it already knows itself, this investigation will show that it is possible to establish that the soul has a substantial knowledge of itself, despite de ambiguity -either terminological or of sense- of the texts.
Keywords: nosse, cogitare, identity, essential, presential knowledge.
En su intento por realizar una especulación racional del misterio de la Santísima Trinidad, San Agustín se lanza en la búsqueda de una imagen de la Trinidad en las creaturas, para, por la contemplación de ésta, hacernos próximos a aquella.1 El campo en el que hemos de encontrar la imagen de la Trinidad es el de las creaturas, y aquí se debe comenzar a investigar desde las cosas de orden inferior hasta las de orden superior2. "No he trabajado en vano -dice al final de su obra- al buscar en las creaturas ciertas especies de trinidades para elevarme, gradualmente, hasta la mente del hombre, en búsqueda afanosa de vestigios de aquella Trinidad suprema que nosotros buscamos cuando buscamos a Dios"3. En esta ejercitación de contemplar las creaturas y buscar entre ellas vestigios de la Trinidad, Agustín ha llegado a una imagen de Dios4, que es el hombre, en aquello que tiene de más noble superior y que lo distingue de los animales: su alma o mente5.
Es en la indagación sobre esta imagen en el hombre -más específicamente en su mente, que es la parte más excelsa- donde aparece el tema central de la presente investigación: el conocimiento que el alma tiene de sí misma; y es precisamente el tratamiento de esta cuestión el que nos lleva a preguntarnos si en el contexto del De Trinitate se puede hablar con propiedad de un conocimiento sustancial por parte del alma.
A pesar de que el De Trinitate de San Agustín ha sido escasamente considerado para discusiones de tipo filosófica -en comparación con las de carácter teológico- existen algunos filósofos y comentadores de distintos momentos de la historia del pensamiento, que se han referido al conocimiento que tiene el alma de sí misma, pero con diverso grado de profundidad e interés6. Algunos, como Siacca, Gilson solamente lo mencionan cuando tratan sobre el pensamiento de Agustín en general7. Otros lo tratan de un modo más bien tangencial, como Rowan Williams y Lewis Ayres, que lo subordinan al amor que el alma tiene de sí8. Quienes han traducido y comentado el De Trinitate han aportado también para la comprensión del tema9. Tomás de Aquino, por su parte, gran conocedor del pensamiento de San Agustín, lo sigue de cerca cuando plantea su doctrina sobre el conocimiento del alma -fundamental para su teoría del conocimiento10; y muchos de los comentadores de Santo Tomás, hacen referencia al pensamiento de Agustín porque son absolutamente conscientes de su herencia en esta materia11. Johannes Brachtendorf, haciendo un intento por mostrar la continuidad entre la doctrina tomista y la agustiniana en relación al conocimiento, se detiene más en lo expresado en De Trinitate y afirma, entre otras cosas, que según el pensamiento de Agustín, el espíritu humano es conocido mediante una autorrelación esencial, mediante una autopresencia12.
Si bien es cierto que la cuestión sobre el conocimiento del alma en el contexto del De Trinitate ha sido abordada por algunos filósofos y comentadores, muy pocos hacen alusión directa o con una terminología similar a la cuestión de la sustancialidad de este conocimiento. Lo que intentaremos mostrar aquí es que es posible describir el conocimiento que tiene el alma de sí misma como sustancial, de acuerdo a los dos sentidos que distinguiremos en el capítulo que sigue13. Nos interesa sobre todo hacer ver que hay un conocimiento del alma que es sustancial por ser identificable con ella.
Como el tema sobre el que vamos a tratar no se encuentra acotado en un libro, ni en algunos capítulos en particular del De Trinitate, sino a lo largo de los libros IX-XV, y entremezclado con temas diversos, conviene advertir que gran parte del esfuerzo de nuestra investigación estará justamente en "rastrear" dichos pasajes e intentar vincularlos de manera coherente14.
1. Significado del término sustancial
Existe un único pasaje en el que San Agustín utiliza explícitamente el término sustancial para referirse al modo de existir el conocimiento y el amor en el alma15. A partir de este único pasaje no resulta fácil saber a qué se refiere San Agustín con dicho término, porque en un comienzo lo asemeja a "esencial", pero más adelante se refiere al mismo como algo más cercano a "subsistente"16. Ahora bien, aunque este hecho haga más compleja la interpretación del pasaje, al menos no debe extrañarnos el doble uso del término, pues también aparece, y de modo explícito, cuando Agustín se refiere al carácter trinitario y unitario de la Santísima Trinidad17. En algunas ocasiones habla de que en Dios hay una esencia o sustancia y tres personas18, y en otras que se puede decir de Dios tres personas o tres sustancias, sin diversidad de esencia19. Y esta divergencia en el lenguaje tiene su razón de ser en que "nuestros griegos dicen una esencia y tres sustancias; los latinos, una esencia o sustancia y tres personas, pues en el idioma latino, según queda dicho, esencia y sustancia son términos sinónimos"20. La palabra sustancia -dice Agustín en una oportunidad- viene del verbo subsistir21; es eso lo que se quiere significar cuando se dice sustancia como sinónimo de persona. Así pues, a partir de aquellos dos usos del término sustancia, podemos derivar dos significados del adjetivo sustancial, (i) como esencial (ousía) y otro (ii) como subsistente (hypóstasis).
Aunque esta división no ha sido hecha por Agustín para tratar la cuestión del conocimiento, creemos que es interesante tenerla en cuenta para realizar un análisis del mismo. Lo que nos proponemos en adelante es investigar entonces si todo conocimiento que tiene el alma de sí misma puede denominarse sustancial, y en caso de serlo, si cae bajo la categorización recién mencionada.
2. El alma se conoce y se busca
San Agustín, buscando una trinidad en el hombre, reflexiona sobre el amor con que el alma se ama a sí misma, y se da cuenta de que, en ese caso, no son tres las realidades implicadas -el que ama, lo que ama y el amor- sino sólo dos, pues el que ama y lo que ama aquí se identifican. Pero en seguida introduce un tercer elemento: el conocerse del alma. Del hecho de que el alma se ama, se sigue que se conozca: "el alma no puede amarse si no se conoce, porque, ¿cómo ama lo que ignora?"22. Pero si afirmamos que el alma se conoce, entonces ¿qué sentido tiene que se busque? Este pasaje refleja muy bien el problema al que debemos enfrentarnos:
Por una parte, tenemos que el alma se busca -y si se busca, se ama. Por otra, parece imposible que lo que ame en este caso sea ella misma, porque si se amara, entonces se conocería- y como decíamos, "nadie ama lo ignorado"; pero si se conociera, no tendría sentido que se buscara, porque el fin de su búsqueda es justamente conocerse.
Poniéndonos en diversas situaciones, San Agustín plantea algunos argumentos que nos hacen volver sobre la experiencia del conocimiento con el fin de mostrarnos que para que el alma se busque es imposible un desconocimiento absoluto de la misma24.
El alma no puede obtener el conocimiento de sí que supone la búsqueda o amor de sí misma, por muy vago que éste sea, ni de su conocimiento de otras almas ni del de otras cosas que conoce, porque ambos casos suponen su propio conocimiento. También lo supone el mismo hecho de que se busque, porque en este caso ella conoce su búsqueda -la pertenencia a sí misma de este acto25. Y lo mismo debemos inferir si queremos asegurar que en esta búsqueda el alma pueda reconocer que lo encontrado es precisamente aquello que buscaba26. Por último, debemos admitir que el alma se conoce, si entiende lo que se le dice cuando se le manda "conócete a ti misma"27.
Ahora bien, si el alma se conoce, no tendría sentido que se buscara; pero el caso es que se busca -hay numerosos pasajes en los que esto queda manifiesto28. Como bien dice San Agustín: "si [el alma] conoce lo que busca, y se busca a sí misma, se conoce. ¿Por qué, pues, busca aún?"29. Si ya se conoce, ésta es la gran pregunta: ¿por qué, pues, busca aún? Si toda está presente a sí misma y no es aun lo que busca, ¿será que lo que falta y busca no es ella30? La continuación del pasaje recién mencionado nos dará la clave para aclarar esta cuestión:
La sentencia de que el alma es para sí al menos más conocida que ignorada nos abre la posibilidad de que el hecho de que el alma se conozca se entienda bajo un cierto aspecto; el hecho de que el alma se conozca y al mismo tiempo se busque nos conduce a una contradicción en la medida en que tomamos el "conocerse" y el "ignorarse" en términos absolutos -de modo que la afirmación de uno implique la negación del otro. Pero la estructura "más que", nos hace ver que hay una gradación entre estas dos cosas. Así pues, cuando decimos que el alma se conoce, no necesariamente estamos diciendo que se conoce completamente, esto es, de manera tal que sea incompatible con que se busque. Por eso tiene sentido lo que se dice al final de aquel pasaje: el alma sabe que se busca y que se ignora. Que sepa que se busca implica que se conoce -de lo contrario no sabría que es ella la que se busca- y que sepa que se ignore, quiere decir que no se conoce del todo -de ahí que se busque32.
3. Distinción entre conocer (nosse) y pensar (cogitare)
Hasta este momento contamos con lo siguiente: el alma se conoce, porque está siempre en presencia de sí, y el alma se busca para conocerse (el hecho de que se busque manifiesta que se ama33). Si ya se conoce y al mismo tiempo se busca para conocerse, lo que no puede ocurrir es que el término que estamos utilizando -"conocerse"- sea unívoco.
En el libro X, después de que San Agustín ha ejercitado al lector planteando dificultades en torno a la cuestión de que el alma se conoce y al mismo tiempo se busca, expresa por fin una pregunta que nos abrirá un camino de comprensión: "¿Para qué se le preceptúa conocerse?"-se entiende, al alma34. Considerando su anterior reflexión, resulta natural anteponer a la pregunta el condicional "si el alma ya se conoce [...]". Y he aquí la respuesta que él mismo se da: "Es, creo, con el fin de que piense en sí y viva conforme a su naturaleza"35. Tiene sentido que al alma se le preceptúe conocerse a pesar de que ya se conozca justamente porque hay una diferencia entre conocerse y pensarse -aunque por ahora hayamos utilizado el mismo nombre para expresarlos. Este "segundo conocerse" quiere decir más bien que piense en sí.
Esto que acabamos de ver es afirmado de una manera más explícita por San Agustín, cuando dice que una cosa es no conocerse (non se nosse) y otra no pensarse (non se cogitare)36. Pone como ejemplo a un sabio, de quien no se dice que sea ignorante por no estar pensando en ese momento en alguna de las disciplinas que conoce. En el caso del alma, habría que decir que no es que ella no se conozca cuando está pensando en otras cosas, sino simplemente que no se está pensando37. Ahora bien, hemos dicho en varias oportunidades que hay un sentido en que puede decirse que el alma no se conoce -en razón de ello tenía sentido que se buscara; pero considerando la presente distinción parece que más correcto que decir que no se conoce es decir que no se piensa.
El hecho de que San Agustín ponga tanto énfasis en la idea de que el alma siempre se conoce tiene relación con que no es algo que el alma vea con tanta claridad, pero no en tanto es algo que requiera demostración, sino más bien por un defecto del alma misma: el alma suele confundirse con las otras cosas que conoce -por unirse a ellas de modo excesivo38. Cuando el alma se piensa y se discierne de las cosas a las que se ha apegado cae en la cuenta de que nunca se ha ignorado y se re-conoce -con esto queremos enfatizar el hecho de que se conoce como algo ya conocido (conocido en el sentido de nosse).
4. El conocimiento que tiene el alma de sí misma es sustancial.
La aparente contradicción entre el conocimiento y la búsqueda del alma quedó resuelta una vez que Agustín distinguió entre nosse y cogitare (libro X), pero cuando comienza su búsqueda de una imagen de la trinidad en la mente no ha hecho esta precisión (libro IX). Así, pues, las dificultades en este punto aparecen por un doble uso del término "nosse": (i) uno más amplio en el que se incluyen los dos modos de conocerse del alma: un "primer conocerse", dado por la perenne presencia de ella a sí misma, y aquel "segundo conocerse" -que es más bien un pensarse39; (ii) otro más acotado, que quiere significar exclusivamente aquel "primer conocimiento". En este punto estamos de acuerdo con Gilson, el cual afirma que en el libro X, después de la distinción ente nosse y cogitare, la notitia designa siempre el conocimiento implícito escondido en la memoria, mientras que la cogitatio designa siempre el conocimiento explícito que supone la formación de un verbo; pero como en el libro IX, esta distinción no está hecha, el término notitia designa ahí el conocimiento del alma por ella misma de modo global, sin precisión alguna40.
Tomando en cuenta lo que acabamos de decir, debemos ver cómo se entiende el apelativo sustancial del nosse genérico, y cómo se entiende una vez hecha la distinción nosse-cogitare.
4.1 Conocimiento en su sentido genérico
Hay un primer pasaje donde Agustín dice que el alma, su conocimiento y su amor, cuando son perfectos, son iguales41. Para comprender el significado de esta identidad debemos descifrar el sentido de las palabras "cuando son perfectos". Un poco después del texto que hemos citado, Agustín explica que el conocimiento de algo es imperfecto cuando es inferior al objeto conocido, y se deduce de ahí que es perfecto cuando es igual42. Y en el caso del conocimiento del alma a sí misma, ¿cuándo es igual? Agustín aclara que se da cuando el alma "se conoce toda y ninguna cosa con ella"43. Como ya hemos visto, uno de los errores del alma era confundirse con las imágenes de las cosas externas que ella atraía hacia sí por el amor44. Tiene sentido que San Agustín esté anticipando esta idea al decir que la igualdad se da cuando el alma se conoce toda y sin ninguna otra cosa. El conocimiento sería imperfecto entonces cuando se da unido a imágenes de cosas que no son ella, y perfecto, en cambio, cuando se da sin ellas -esto es coherente con que el conocimiento sea igual al objeto conocido.
La igualdad de la que hablamos se da cuando el alma toma su conocimiento de su propia naturaleza y no de algo distinto con lo que a veces se confunde45. Esta idea es reafirmada en otro pasaje en el que dice que el alma es la que conoce y lo que conoce, y añade: "cuando se conoce, engendra una noticia igual a sí misma; porque no se conoce como menor de lo que es y su noticia no es de otra esencia; y esto no sólo porque conoce, sino porque se conoce a sí misma..."46.
Hasta aquí hemos visto que el conocimiento que tiene el alma de sí misma no es inferior a ella como ocurre cuando conoce un objeto cualquiera, sino igual -esto, siempre que se conozca toda y ninguna otra cosa con ella- y es igual porque es ella misma la que conoce y lo que conoce, y su noticia no es de una esencia distinta47. Esta identidad entre el alma y su conocimiento viene dada entonces por ser el conocimiento de la misma naturaleza que ella. De esto podríamos concluir entonces, que hay una identidad de esencia entre el conocimiento que el alma tiene de sí y el alma misma. Desde la perspectiva del conocimiento podríamos significar esta identidad con el nombre sustancial, pero añadiéndole la especificación de esencial, siguiendo nuestra distinción del primer capítulo48.
Ahora bien, hay un pasaje que ya hemos mencionado en el que el adjetivo sustancial parece aplicarse de modo distinto: el conocimiento y el amor -dice- no existen en el alma como accidentes de un sujeto, "sino de una manera sustancial, y por así decirlo, esencialmente"49. Que se diga que el conocimiento existe sustancialmente como contrapuesto al modo de existir de un accidente -del calor o la figura en un cuerpo- puede hacernos pensar que el conocimiento es algo constitutivo al alma, algo de su esencia -Agustín utiliza aquí el término "esencialmente"; siendo así estaría en continuidad con los pasajes anteriores. Pero como adelantamos al comienzo del artículo hay que considerar el final del pasaje, pues Agustín homologa el modo de existir del amor y el conocimiento en el alma, al modo de existir del alma misma50. Si se dice del alma que existe sustancialmente, parece que este término debe entenderse en el sentido de subsistencia, porque sabemos que es ese el modo de existir del alma- no es algo que existe por otro, sino por sí. Esto aplicado al conocimiento, implica más que una identidad de esencia con el alma; si el conocimiento existe subsistentemente, tal como la misma alma, puede ser entendido como algo que se identifica con ella en su propio ser51.
Así pues, en el libro IX nos encontramos con pasajes donde cabe hablar de una sustancialidad del conocimiento que el alma tiene de sí en los dos sentidos que hemos expuesto al comienzo, esencial y subsistente. Esto coincide perfectamente con el hecho de que en este libro todavía no se haya explicitado la distinción nosse -cogitare.
4.2 Conocimiento en su sentido preciso
Una vez que el término nosse referido al alma ha sido especificado, se puede comprender mejor cómo es este conocimiento. Hay dos pasajes que llaman especialmente la atención y que son claves a la hora de atribuirle el nombre sustancial.
San Agustín describe el conocimiento que el alma tiene de sí como una memoria de sí (memoria sui):
Cuando el alma no se piensa, se conoce de un modo particular: como memoria sui. Para comprender este modo de conocerse el alma a sí misma es de gran ayuda considerar lo que Agustín ha dicho sobre la memoria en un sentido más amplio -no referido particularmente al conocimiento de la propia alma.
En algunos pasajes se alude a la memoria en el sentido en que solemos utilizar este término: la memoria en la que se almacenan todas aquellas cosas que hemos conocido, y cuyo contenido es el que informa la mirada interior del recuerdo53. Así por ejemplo, al describir el fenómeno del olvido, Agustín se refiere a ella para explicar que no ignoramos del todo lo que decimos haber olvidado, pues de hecho, cuando lo recordamos, reconocemos ser aquello lo que buscábamos54. Pero lo que más nos interesa es la analogía que hace entre el conocimiento de cualquier cosa y el conocimiento del alma misma: el alma no engendra el conocimiento de sí como si fuera una desconocida, "no, ella se conocía como se conocen las realidades en la memoria archivadas, aunque no se piense en ellas"55. El alma se conocía entonces antes de pensarse al modo como se conoce una cosa cualquiera que está en nuestra memoria sin que la pensemos en ese momento determinado56. Como ejemplo de esto San Agustín afirma que "decimos de un hombre que sabe leer, aunque piense en todo menos en letras"57. Tanto el que sabe leer como el músico conservan sus conocimientos respectivos, aun sin estar pensando en ellos en el momento presente58.
Hay un pasaje donde San Agustín define explícitamente tanto esta memoria de la que venimos hablando, como aquella otra a la que nos referimos como memoria sui: llamamos comúnmente memoria -dice- a aquélla que retiene y recuerda las cosas pretéritas, y con relación al presente podemos hablar también de memoria, diciendo que se trata de aquélla por la que el alma está presente a sí misma59. En el primer caso, los recuerdos retenidos deben ser traídos a la presencia del alma al ser informado el pensamiento. Pero cuando extendemos este término al alma, no podemos decir que ella deba "ser traída" a su presencia, como si en algún momento no estuviera; es con relación al presente que se dice retenida el alma en su presencia.
En este pasaje Agustín no explicita qué sea aquella cosa o realidad que retiene lo pretérito y aquella otra que hace al alma conservarse en su presencia. Luis Arias utiliza aquí el término "facultad" para referirse a ella y lo mismo hace en otros pasajes semejantes60. Si bien el texto latino sólo presenta el pronombre "qua" parece razonable ocupar el nombre "facultad" para significar aquella realidad que recuerda las cosas pretéritas -que es el modo como solemos entenderla. Pero cuando el término memoria se toma con relación al presente para significar aquella cosa por la que el alma está presente a sí misma, no resulta ya atingente dicho nombre61.
El pasaje que citamos al comenzar esta sección dice que el alma "se conoce como si ella misma fuera para sí su memoria". Que sea ella misma la que es como su memoria, nos aparta de la suposición de que se trate de una facultad, al tiempo que nos aproxima a una identificación con el alma62. No hay algo anterior a ella que deba poner en acto la retención del alma en su presencia.
Lo que hasta aquí hemos dicho justifica -al menos en cierta medida- que llamemos sustancial a este conocimiento (nosse), en el sentido específico en que se denomina así a aquello que constituye la sustancia de una cosa. Pero además, podemos preguntarnos lo siguiente: si dicho conocimiento no fuera identificable con el alma, ¿cómo explicaríamos su génesis? La inteligencia -dice Agustín- se origina en la ciencia atesorada en la memoria63, y en el caso del conocimiento de la propia alma esta ciencia siempre permanece64. Si admitimos, como lo hace Agustín, que esta ciencia es eterna al alma, ¿podemos acaso pensarla como algo añadido al alma? Cuando hablamos de la memoria sui no hay algo así como un punto de partida desde algo externo, precisamente porque la retención del alma en su presencia es consecuencia del solo existir del alma65.
El segundo pasaje importante para comprender la naturaleza del nosse es el siguiente:
Lo que nos interesa de este pasaje es lo que aparece al final porque no sólo reafirma lo que decíamos hace un momento de que el alma no puede no estar en su presencia, sino que propone algo más radical: el alma no es algo distinto de su presencia; y si no es el caso que el alma sea una cosa y otra su presencia, ¿no podríamos decir que se identifican? Esto tiene relación con aquello de que la presencia del alma es algo que le pertenece, y esto es como decir que el alma está constituida de modo tal que siempre está en su presencia -de modo tal que siempre se conoce67.
Como dice San Agustín, el alma no es para sí una advenediza; no hay un desdoblarse el alma entre aquella que presencia y la que se presenta68. No es posible que el alma que ya existe informe la mirada de un alma que aún no existe para que ésta se haga consciente de sí, como si una cosa fuera ella y otra la mirada que tiene de sí. Es la misma alma la que existe, y existiendo es presente a sí misma. He aquí uno el motivo más importantes por el que nos podemos llamar sustancial al conocimiento que el alma tiene de sí misma: si el alma no es algo distinto de su presencia, y si algo es conocido al alma en la medida en que le es presente, entonces el conocimiento que el alma tiene de sí no es distinto que ella misma; es la identificación de este conocimiento con la misma alma la que nos conduce a utilizar el término sustancial para describirlo, entendiendo aquí sustancial en aquel sentido más fuerte de subsistencia.
Habiendo determinado dos significados del término sustancial a partir del De Trinitate, hemos revisado los pasajes más importantes de esta obra para mostrar que es posible afirmar una sustancialidad del conocimiento de la propia alma. Resolvimos al comienzo la cuestión de cómo era posible que el alma se buscara si ya se conocía: que el alma se conocía siempre no debía entenderse en término absoluto, sino en el sentido específico de nosse; así era posible que el alma se buscara aunque se conociera -se buscaba para pensarse (cogitare), aunque ya se conocía (nosse).
Como la distinción nosse-cogitare no aparece desde el comienzo, analizamos primero los pasajes concernientes al conocimiento en su sentido amplio y vimos que se puede hablar de una sustancialidad según las dos acepciones: esencial en la mayoría de los pasajes, pues Agustín afirma una identidad entre el alma y su conocimiento, que resulta de ser el conocimiento del alma esencialmente lo misma que ella -su noticia no es inferior, sino de su misma naturaleza, porque es ella misma la que conoce y lo que conoce; sustancialidad en el sentido de subsistencia en el pasaje en el que se compara el modo de existir el conocimiento en el alma con el modo de existir el alma misma.
Luego investigamos sobre la naturaleza del nosse en su sentido específico y concluimos que a él se le atribuye el nombre sustancial en el sentido específico de subsistencia, ya que, la afirmación de que el alma se conoce siempre como memoria de sí, y la de que ella no es algo distinto de su presencia, nos hacen pensar este conocimiento como algo constitutivo del alma -identificable con ella, y no meramente como un contenido (noticia) de la misma naturaleza que ella. Es muy probable entonces que aquel único pasaje en el que Agustín utiliza el término sustantialiter para referirse al modo de existir el conocimiento en el alma, anticipara la naturaleza del nosse, pues sólo este conocimiento es permanente e inmediato, consecuencia del solo existir del alma, y necesario para que el alma misma se piense.
Pie de página
1Como dice Francisco Canals, la especulación de San Agustín se pone en marcha buscando la inteligencia del misterio revelado (Canals, F. Historia de la filosofía Medieval, Herder, Barcelona, 1992, p.58).Referencias Bibliográficas
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